martes

Azul

(...)
Nunca sabía si estaría preparado para la conversación que tendría, si se diera el caso de tenerla, con alguien más culto o menos que el. Un asentimiento como un murmuro de aprobación era más que suficiente para aparentar saber. Era un buen escuchador.
Un buen parlanchín mudo. Y esta vez la conversación le atraía y no podía apartar de su mente el azul. Azul inmenso como el cielo, azul intenso como el del mar adentro, azul como su prenda interiormente preferida.
Fué en un viaje a unas islas, una travesía de unas ocho horas apoyado en la barandilla del barco admirando las distintas tonalidades de azul que adoptaba el mar, observando el cambio de intensidad en el azul del cielo y recorriendo con los ojos las rayas azules que decoraban toda la cubierta. Todo era azul en el exterior y rojo en el interior. ¿Qué fotografías?. El azul. No va a salir igual. Lo sé, pero lo recordaré.
El lienzo era su azul.
Mientras todos hablaban el recordaba aquella travesía. Su vida y su cuerpo era como aquel barco. Azul todo lo que le rodea, rojo en su interior. Un barco que navega por una inmensidad azul manejado por el rojo interior. Ahora estaba a la deriva pero no se sentía perdido, solo que no había puerto en el que debía atracar. Quizá embarrancara en alguna costa y fuera rescatado por algún remolcador. O se hundiría. Tampoco le importaba demasiado mientras pudiera contemplar todo el azul que tenía ante sus ojos.

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