martes

En casa

(...)

Recordaba lo que le había dicho su amigo. No hay que lamentarse de lo que no se ha hecho, solo de lo que se hizo. El no estaba conforme. No se debe lamentar de nada. Absolutamente de nada. Todo lo que se hace se hace por una razón o es el resultado de una circunstancia.

Subía la escaleras hacia su habitación y pensaba en esas palabras e irremediablemente se contradecía a si mismo. Llegó al final de la escalera y dejó escapar un resoplido y miró fijamente la cama. Una cama demasiado grande para el. Inmensa. Suspiró y entró con decisión para meterse entre las sábanas pero se detuvo un momento frente la cómoda. Sobre ella estaba la ropa que había plegado con tanto amor su madre esa misma mañana. Y al lado de ella el cenicero. Un cigarrillo y mira alrededor. El pijama sobre la cama le esperaba para abrigarlo, las sillas querían acomodar su ropa usada con olor a bar, las almohadas necesitaban su peso. Cogió el cenicero y la cajetilla de tabaco y se fué a la habitación de trabajo. Necesitaba un lugar más íntimo. Todo era enorme en su habitación. Se puso música para relajarse con un volumen perceptible y preparó los cojines de colores que había comprado hacía un par de meses y volvió a su habitación para ponerse el pijama de rayas que le habían regalado para el aniversario. ¿Aniversario de qué? Aún faltaba un mes. Qué tontería.

Se acomodó en su nuevo sofá y se encendió un cigarrillo. No tenía ganas de leer, solo de encontrar un poco de paz, fumar y escuchar un poco de música. Con la luz apagada el color rojo del sofá no era tan cegador. Apagó el cigarrillo en el cenicero intentando que quedará toda la ceniza bien tamizada y llana en el fondo y cerró los ojos dejándose llevar por la total oscuridad. Otro amigo suyo le había dicho que la gente soñaba en blanco y negro pero que él lo hacía en color. ¿Cómo soñaría él? No se había dado cuenta de como lo hacía. Casi nunca se acordaba de lo soñado. Quizá era un ciego soñador. Quizá había soñado que soñaba y no lo había hecho nunca.

Entonces pensó que era mejor intentar dormir que soñar.

Detrás de la cuenca de los ojos se encuentra el mayor problema.

Tras el nadie le sigue.

No ve apenas nada, le ciega.

Hoy me ha mirado la muerte desde el balcón de la esperanza.

Me he fijado en sus ojos y estaban llenos de alegría.

Se esconde otra mirada tras mi mente irreflexiva.

Se amaga la suya.

Hoy la he mirado fijamente, con miedo.

Se que es mi fin. Mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario